En un rincón de Cuenca

por 17 Jul, 2017lugares, NOS GUSTA

Fundación Antonio Pérez

Es la tercera vez que visito Cuenca y acabo de descubrir, subiendo por una calle de piedra hacia lo que queda del castillo, la Fundación Antonio Pérez, antiguo convento de las Carmelitas Descalzas, en el casco histórico de la ciudad que guarda una colección de arte contemporáneo y un sin fin de «objetos encontrados», entremezclados y distribuidos por un laberinto de salas que ocupan cuatro pisos. De la Fundación se sale con sensación de euforia porque sorprende lo inesperado de la colección en sí, el lugar que la alberga y las ventanas que asoman al paisaje de Cuenca como si formaran parte de su colección.

Antonio Pérez ha sido un anda-ríos, así le apodó Juan Marsé por su apego a recorrer España remontando el cauce de sus ríos, y, además, de coleccionar arte contemporáneo y objetos curiosos, ha sido un gran coleccionista de amigos. Ha vivido una vida rodeada de  gente interesante, en España y en París donde pasó en exilio de 20 años. En la capital francesa fue creando su colección de arte; puso en marcha la Editorial Ruedo Ibérico, junto a José Martínez, dedicada a la publicación de escritos alternativos a la corriente franquista; y trabajó en la librería La Joie de Lire, que fue centro neurálgico, en los años 60s, de la intelectualidad parisina y extranjera que por allí pasaba. A su vuelta a España, en 1975, buscó donde asentarse y depositar su colección y se decantó por Cuenca.

En la Fundación destaca una sala preciosa y silenciosa vestida de negro con la obra de su gran amigo Manolo Millares y también encontramos, subiendo y bajando escaleras, obra de Antonio Saura, vecino suyo en Cuenca, del artista holandés Lucebert, de Carmen Calvo, del belga Guillaume Corneill, de Carlos Pazos, Pablo Picasso, Andy Warhol, Rafael Canogar, Fernando Zóbel, los velencianos Equipo Crónica y Eduardo Chillida. Y en lo que se refiere a su colección de «objetos encontrados», que Antonio Pérez ha ido atesorando a lo largo de su vida, muchos de ellos manipulados por el propio artista, encontramos de todo, muñecos Michelín, algún Mickey Mouse, mobiliario urbano, juguetes de nuestra infancia, artículos comprados en supermercados chinos, materiales de construcción, jaulas, cajas con objetos insospechados, latas de refrescos convertidas en rostros que recuerdan retratos de Antonio Saura, precintos de botellas con forma de meninas ….

Antonio vive junto a la Fundación, en una casa de piedra, solida y austera, que según nos contaba el guarda del museo (que hablaba del coleccionista con devoción), es otro museo en sí.

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