A la madurez viruelas
Gamberras, pícaras, entusiastas, vividoras, coquetas, hiperactivas, seductoras… No se equivoquen, no se trata del perfil de unas jovencitas sino de señoras que pasados los cincuenta se ponen el mundo por montera y se ríen en la cara de los que utilizan la edad como escudo para poner límites. Porque, hoy, las mujeres se parecen, cada vez más, a sus hijas.
Laura pertenece a esa legión de mujeres que retan a aquellos que las condenaban a convertirse en unas señoras grises, aburridas, embutirse en vestidos clásicos y malgastar la tarde frente a un té con pastas. Ahora, a los hombres que compran un deportivo y buscan una novia jovencita, para perpetuar su imagen de adolescentes y ocultar sus canas, les han brotado unas duras competidoras; ellas también se ponen el mundo por montera, subidas en sus tacones, se burla de las normas. Y, para que no decirlo, mantienen unos comportamientos con tintes propios de la adolescencia. Están presentes en todas las plataformas públicas y se ríen de la brecha digital.
La burgalesas Pilar Espinosa vio un día a Chenoa en televisión y se dijo, “esta chica posee algo especial”; entusiasmarse con la cantante y convertirse en una grupy fue todo uno. Llevó a sus hijas a un primer concierto de la artista y ya lleva más de 70 a sus espaldas. Mallorca, Barcelona, Madrid, Murcia….ha recorrido casi los mismos kilómetros que los músicos que acompañan a la intérprete. Siempre en primera fila, corea y baila el “Cuando tú vas” de forma frenética. Quizás las quinceañeras que siguen a Justin Bieber griten con más decibelios pero, desde luego, Pilar, a sus 63 años, no les queda a la zaga a la hora de pedir autógrafos y posar junto a su musa tras los conciertos. Funcionaria de profesión, destina todos sus días libres, y todos sus ahorros, a esta actividad. Y, su marido, ¿qué opina? “No dice nada, yo le dejo que tenga sus aficiones, él me deja que tenga las mías”, sentencia.
Pero, ¿por qué se produce este fenómeno? Los sociólogos observan un proceso de “infantilización” de la sociedad que cada día afecta a un mayor número sus miembros. El miedo a crecer, lo que definió el psiquiatra Carl Jung como el deseo de mantenerse “puer aeternus” (niño eterno), subyace en la mente humana pero antes se ocultaba. Sobre todo las mujeres, a las que con facilidad se les colgaban carteles de inmaduras, irresponsables, mamarrachas o patéticas cuando no respondían al estereotipo que la sociedad marcaba para ellas. Ahora han dejado atrás los complejos y comparten con sus hijas adolescentes vestuario, amigos, diversión, aficiones y, en algún caso, hasta los ligues. Más allá de otro tipo de valoraciones, los sociólogos han visto como este fenómeno otorga a las señoras una buena dosis de alegría, de ganas de comerse el mundo y un aspecto más saludable y lozano.
Assumpta Serna tenía 14 años cuando sus profesores de interpretación le pidieron que se caracterizara como una mujer de 40 años. Se llenó el pelo de polvos de talco para aparentar una cabeza cubierta de canas. A la adolescente que fue le costaría situar en los 54 a esta mujer que aparece con una sonrisa radiante, melena castaña al viento y una minifalda que para sí la quisieran las protagonistas de Crepúsculo. Seguramente, en la España de los años 70, el modelo que representa Assumpta resultaría impensable. Aún así, ella, contempla en el difícil mundo del cine como, “a partir de los cuarenta y tantos van perdiendo fuelle porque aún no se ve a la mujer como un ser activo, sólo se la asocia a su papel de madre. Hay que romper esos tópicos y empezar a reflejar cómo funcionamos realmente las mujeres hoy en día”.
Sara Navarro, a sus 60 años, tiene un lema en la vida, “no me quiero perder nada”. La diseñadora de calzado y complementos ha observado el cambio de imagen sufrido por las damas mayores que dejaron atrás los cuarenta. Sara considera que “el look posee mucha fuerza a la hora de hacerte sentir de una manera o de otra; lo mismo que pesa sobre el que te observa. El atrevimiento en la indumentaria va parejo a la pérdida de inseguridades; cuando una mujer apuesta por vivir su existencia a su manera, elegirá lo que le gusta sin pensar si coincide con lo que le conviene”. Las estilistas de moda se empeñan en camuflar las siluetas cuando la menopausia se acerca, prohibidas minifaldas y escotes, sentencian. Pero ellas se rebelan y se entregan a ellas. Además se sueltan la melena y, en su forma más literal, se la dejan crecer. Adiós a cardados y cortes esculpidos a golpe de rulo. Hoy, las largas cabelleras complican la tarea de calcular la edad de una mujer si se la mira, y admira, de espaldas. Y, al girarse, sorprende la lozanía de otras, conseguida a golpe de bisturí. Según los datos de la Sociedad Española de Cirugía plástica, Reparadora y Estética (SECPRE) un 35% de las señoras que pasan por el quirófano para realizarse algún retoque ya no cumplirán los 45 años. Éstas, piden sobretodo, despedirse de las arrugas mediante un lifting y eliminar el michelín de la barriga a través de la liposucción. Y, si la cara es el espejo del alma, cada día se cumple más la máxima que en su día manifestó la diseñadora Diane von Fustenberg: “los 50 son los nuevos 40”.
En el momento en que la mujer abandonó el uso de la faja, también se liberó de otras muchas barreras, una de ellas, la de circunscribir sus partos a una edad temprana. Marisol R. tiene 58 años, su hijo Samuel, 4. “Tenía dos hijos mayores de una anterior relación pero, mi nueva pareja, ocho años menor, quería vivir en primera persona la paternidad. Al principio me negué pero luego pensé que se me abría la posibilidad de formar una nueva familia. Me sometí a distintos tratamientos de fertilidad en contra de la opinión de mis amistades y seres queridos” cuenta Malena. Corre detrás del travieso Samuel con la misma agilidad y entusiasmo que lo haría una jovenzuela. Dedica a su chiquillo todas las tardes y, cuando éste duerme, ella se marcha a impartir clases de zumba. Reconoce que, aquellos que no la conocen, la critican y tachan de egoísta por haber tomado esa decisión pero, afirma, “la maternidad siempre te convierte en generosa, te das al otro. Sólo encuentro ventajas a la posibilidad de embarazarse con esta edad, todo resulto fantástico. Con cincuenta años te encuentras más preparada para compartir experiencias con un niño; además, valoras muchísimo más lo que significa tener un bebé”.
También en las lides amatorias, estas señoras, juegan de forma distinta a como lo hacían sus madres. Las mujeres buscan compañero de forma activa, no se quedan sentadas esperando que el príncipe azul llegue a su puerta. De hecho, un 20% de las usuarias de los portales que buscan pareja en la red ya cumplieron los cincuenta. Sin embargo, la socióloga Concha Fernández Diez considera que en terreno de los afectos aún se conserva un tabú, el de enamorarse de un jovencito de carnes prietas. Pero las damas se empeñan en tumbar ese prejuicio. Assumpta Serna, sin ir más lejos, vive emparejada con un chico más joven. Doce años de edad separan a Scott Cleverdon de su mujer y socia en la Fundación First Time de Formación Cinematográfica. “No me he sentido juzgada nunca por mi entorno por esta relación –declara- sólo caigo en la cuenta cuando me lo recordáis los periodistas. Cuando le conocí pensé que era un ángel para mí, una persona sin maldad, no reparé en su edad. Yo no percibo ninguna diferencia entre nosotros por esa causa, quizás debido a mi energía y porque poseemos caracteres muy dispares, él, reflexivo y pesimista, yo, activa y optimista. Nos hemos respetado mucho y eso hace que los años no sean más que una anécdota en nuestras vidas”. En definitiva, cada día aumenta el número de varones que se apunta a la moda que definió el escritor Fernando Schwartz en uno de sus libros, aquella de cambio dos de veinticinco por una de cincuenta. Pero, no se relajen los varones y sueñen con encontrarse mujeres apacibles, dispuestas a pasar largas tardes de sofá y manta. Al contrario, tendrán que hacer acopio de toneladas de ginseng para seguir su ritmo.
Así son ellas, cumpliendo a rajatabla el refrán la cara es el espejo del alma. Lozanas por fuera, un ciclón de entusiasmo por dentro. No son menopáusicas a las que se le pasó el arroz y quedaron aparcadas e invisibles. Aún les resta mucha guerra que dar.
0 comentarios