Autor: Gonzalo Ugidos

Virreina infiel

El ama de llaves de la mansión de Mayfair tuvo que agudizar el ingenio, la señora había salido de compras y cinco caballeros la esperaban en casa. Mr Gray esperaba en el salón; Mr Sandford, en la biblioteca; Mr Phillips, en el boudoir; el señor Portazgo, en la antesala; pero la pobre ama de llaves no sabía dónde meter a monsieur Molyneux. Para complicar aún más las cosas, la señora que provocaba tal barullo amoroso no debería andar por ahí alimentando las expectativas de los hombres…

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La musa espectral

El más misterioso de los diseños de Fornasetti es también el más obsesivo: esa cara de mujer que reprodujo una y otra vez hasta convertirla en un marchamo. Tanto la multiplicó en tantos cientos de objetos diferentes que creo que su monomanía fue el tributo de fidelidad a un amor espectral.

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La rama de un abedul

Era una de esas almas que no hacen ninguna señal, sino a las que hay que interrogar pacientemente, sobre las cuales hay que saber fijar la mirada. Si quienes la conocieron recordaban sus versos más que su carácter se debía a que Marina Tsvetayeva era inaprensible.

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Baronesa Groupie

Pannonica era baronesa y dio que hablar. En realidad, no es raro que las baronesas den que hablar, acuérdate de Karen Blixen, de Emmuska Orczy, de la baronesa Dudevant -aka George Sand- o de Tita Thyssen, sin ir más lejos. Pero tal vez ninguna baronesa diera tanto que hablar.

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Reina de corazones

Durante la segunda mitad del siglo XX, Brooke Astor reinó como First Lady de Nueva York. De noche -casi todas las noches- se vestía de Óscar de la Renta y, en saraos esplendentes, bebía champagne y degustaba caviar sentada a la derecha del anfitrión. De día visitaba orfanatos y en mesas plegables tomaba salchichas con mostaza y salsa de pepinillo en platos de cartón.

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