Trabensol es una de las primeras co-viviendas que se han montado en España para gente mayor. En un pequeño vergel, sobre un páramo llano, a los pies de la Sierra Norte de Madrid, convive un grupo de 54 personas que decidieron dejar sus pisos en la ciudad para irse a vivir juntos. Cada cual en su espacio, pero rodeados de calor humano y de soporte asistencial cuando lo necesiten. Hace tiempo que quería visitarles para ver cómo funciona eso de la co-vivencia. Su creación ha sido una historia de perseverancia y ahora están recogiendo sus frutos. Es un laboratorio experimental que comenzó hace 20 años.

 

Cuenta Felisa Láiz en una entrevista para tve:  «Nosotros no venimos aquí ni a enterrarnos ni a encerrarnos. Venimos a vivir. Realmente a vivir, abiertos al exterior. Estamos en la etapa final, pero ese ciclo vital no se ha completado. Y queremos completarlo con dignidad sin ser una carga para la familia ni para la sociedad, …..»

Da qué pensar. Oigo mucho eso de «no querer ser una carga para la familia». Se entiende, porque quién les va a cuidar, con la mujer trabajando fuera de casa, las viviendas más reducidas, la vida más cara y más inestable, la mentalidad más individualista, y tanto estrés…  Lo comprenden y resulta hasta inquietante la naturalidad con la que lo asimilan y manifiestan. Saben que, visto el panorama, quien mejor les va a cuidar son ellos mismos. Por eso Felisa va más allá, «…. queremos seguir activos y ser responsables de nuestra propia vida y futuro. Queremos romper con el esquema que hay, que no nos satisface.». Esto ya suena mucho mejor. Sobre todo, porque la inmensa mayoría de los residentes del centro están en plena forma. Como dice Pilar Martín: «Yo no quiero vivir con mis hijos. Es vital ser independiente.» Y también Pepa García para El Objetivo: «Esto lo hemos hecho nosotros y nosotros lo organizamos todo. Nada que ver con una residencia al uso.» Y como dice Juan Tribaldos, también residente: «Las cosas no son como son, siempre se puede avanzar. Un paso es el comienzo de un viaje de 1.000 kilómetros. No hay que quedarse parado.»

Estos son algunos de los comentarios rotundos que los cooperativistas han declarado a los medios. Entre todos han creado una nueva forma de vida, pionera en España, que han bautizado con el nombre de Trabensol (trabajadores en solidaridad). Para todos ellos lo fundamental es vivir en solidaridad. Parece revolucionario.

El secreto de la garantía del éxito para comenzar un proyecto de vida en común es hacerlo cuando se está bien, cuando surgen las ganas de poner en común un estilo de vida nuevo, en convivencia y acompañados.  Marisa, que me invitó a tomar un té en su apartamento, me contaba que le costó 24 horas tomar la decisión de apuntarse. Era algo con lo que había fantaseado, incluso se lo propuso a un grupo de amigas, y al verlo en tv, no lo dudó un momento. «Hay un gran vacío entorno a esta etapa de vida de la jubilación. Nadie se está ocupando de ello. Y a mí sí que me preocupaba, quería saber dónde iba a pasar estos años y los que vienen detrás.» Es cuestión de lanzarse a probar otro modo de vida y, desde luego, es una muy buena solución para prever un buen futuro. Juan Luis de Olives comenta para El Objetivo: «Hemos empezado esta experiencia en un momento vital activo, con claridad mental y voluntarismo, pero en el transcurso de estos años impepinablemente iremos envejeciendo. Por eso mejor juntos y con una buena previsión de nuestro futuro. Y de esto nos encargamos en la comisión de prevención de las necesidades futuras

El secreto de la garantía del éxito para comenzar un proyecto de vida en común es hacerlo cuando se está bien, cuando surgen las ganas de poner en común un estilo de vida nuevo. 

 

Me recibe en el centro Jaime Moreno, uno de los impulsores del proyecto. Me lo explica todo, y vuelvo a Madrid con una clase magistral sobre cómo construyeron esta nueva forma de convivencia. Se nota que lleva la profesión de periodista en las venas y que ya lo ha contado unas cuantas veces. Además de los medios nacionales, por ahí han pasado la tv estatal china y Al Jazeera de Qatar, la prensa de Noruega, y también universidades de Japón, México. «La población mayor es un asunto de interés general, me dice Jaime,  y estamos todos buscando respuestas. A la prensa nórdica, que vino a vernos, le sorprendió que algo que para ellos era habitual en España estaba siendo noticia. Nosotros ni sabíamos que esto que hemos creado se llama coliving o cohousing. Incluso nos han venido grupos de jóvenes deseosos de poner en marcha un proyecto similar de co-viviendas.»

Este centro de viviendas es uno de los pioneros en España, reúne a un grupo de personas que han decidido irse a vivir en comunidad, han montado una cooperativa y, además, con unas instalaciones sostenibles y con un diseño envidiable. No es cualquier lugar. Pero Jaime nos dice que no quieren quedarse solo en una especie de referente en España, sino que «nos interesa dar respuestas, a nivel público, al problema que tenemos los mayores  y no solo a nivel privado. Hay que poner sobre la mesa este nuevo planteamiento de vida a nivel institucional, y queremos colaborar en ello.»

«Teníamos una necesidad -comienza Jaime a narrar un periplo que ha durado 13 años-, veíamos que nos estábamos haciendo mayores y había que hacer algo al respecto. Algunos de los que compartíamos esa inquietud éramos un grupo de amigos que habíamos puesto ya en marcha varias actividades de carácter social, cuyo fin era precisamente eso, poner las cosas en común. En los años 60 y 70, cuando no se estilaban los pisos de alquiler, creamos pisos en régimen de cooperativa para los que no podían acceder a las hipotecas. También creamos el Colegio Siglo XXI, un centro educativo en cooperativa en el barrio de Moratalaz, por entonces en pleno crecimiento y falto de colegios. Supuso un estilo educativo avanzado para la época, que potenciaba las capacidades de los alumnos y que sigue en activo.

«Y un buen día nos encontramos con antiguos colegas, otros precursores de actividades cooperativistas en la zona de Vallecas, charlamos, y salió el tema que nos andaba inquietando: nuestro futuro. Y, entre unos y otros, nos lanzamos a poner en común un nuevo proyecto. Contábamos ya con recorrido y sabíamos por experiencia que como individuo tienes pocas capacidades, pero que si te juntas logras mucho más.» La unión hace la fuerza. Y se pusieron manos a la obra.

«Comenzó todo en el año 2000. Corrió la voz y nos llegamos a juntar 100 personas. Primero llegó la fase de tormenta de ideas, que giraba sobre nuestra gran incógnita: ¿Qué vamos a hacer cuando comencemos a tener necesidades?. Muchos de nosotros teníamos padres mayores y su situación no era nada halagüeña. Teníamos claro que no queríamos lo mismo ni para nosotros ni para nuestros hijos. Nuestro objetivo era mantener la calidad de vida y ser independientes. Andábamos perdidos, pero habíamos oído hablar de la Residencia Santa Clara en Málaga, la primera residencia de mayores en cooperativa en España. La impulsó Aurora Moreno, cuando tenía 30 años, para prever un futuro en compañía y a su gusto. Ahora tiene 80 años y lo está disfrutando con otros 100 socios más. Así que organizamos una pequeña expedición a Málaga para conocerla, ver cómo funcionaba, y comenzar así por algún lugar. No resultó ser lo que teníamos en la cabeza, pero nos sirvió de referencia.»

Dos años después, con el proyecto ya asentado, constituyeron la cooperativa. Y se pusieron a buscar el terreno con tres requisitos fundamentales en la cabeza: que fuera zona llana, cerca de Madrid, es decir, de su entorno familiar, y que tuviera acceso a los servicios médicos públicos. Esta es una de las cosas bien pensadas, servirse de la sanidad pública para poder abaratar costes (de hecho, mientras estábamos con la entrevista se acercó a lo James Bond un helicóptero para recoger a un paciente y llevarle al hospital). En el centro no hay médicos ni enfermeras.

Contactaron con instituciones por si les ofrecían un terreno. No hubo forma. Eran años en los que la burbuja inmobiliaria estaba alta. Sondearon recorridos concéntricos agrandando los anillos que rodeaban a Madrid capital hasta salirse de la Comunidad. Evitaron cualquier tipo de intermediarios y terrenos que pudieran tener futuras sorpresas  (instalaciones de alta tensión, planificación de una carretera…), y, por casualidad, dieron con Torremocha del Jarama, a través de una conversación informal que tuvo un cooperativista con el alcalde del pueblo. El terreno original medía 22.000m2 y era de uso agrícola (que se quedaron en 16.000, el resto se cedió al Ayuntamiento), pero dentro del plan general de ampliación del casco urbano. Les pareció un buen lugar: a 60 km de Madrid (no demasiado lejos), con el aire limpio de la Sierra Norte, a la vera del río Jarama, rodeado de paisaje agrario (es zona de cultivo ecológico) y de bosques de rivera.

«Cuando llegó el momento de poner el dinero, de los primeros 100 candidatos se desmarcó la mitad y nos quedamos 54 socios. El presupuesto de arranque fueron casi ocho millones de euros, a 145.000€ por barba. Todos inscritos en un documento que acredita nuestra parte del pastel correspondiente. Solicitamos ayudas públicas, pero no llegaron. Ninguna. La compra del terreno, la construcción y el amueblamiento de las zonas comunes ha salido todo de nuestros bolsillos, de los ahorros y de los pisos que teníamos en propiedad y que hemos vendido o alquilado.»

«Comenzamos con las gestiones. Apalabramos el terreno en el 2006, pagamos una señal y comenzamos a ingresar dinero en un fondo común (250€ mensuales) para preparar la compra final, mientras esperábamos a que el terreno cambiara de uso. Ese fondo nos vino muy bien porque cuando se puso el primer ladrillo no todo el mundo había ingresado todavía la cuota de 145.000€, y nos sirvió para cubrir las carencias a través de un crédito bancario que solicitamos a la entidad de banca ética Fiare, que por entonces estaba aterrizando en España. Presentamos el proyecto y la garantía de un depósito considerable. Conseguimos un crédito de 3 millones de euros, por entonces lo máximo que estaban dando, pagando intereses según fuéramos disponiendo de liquidez. Liquidamos la deuda en un año, en el menor tiempo posible. Es verdad, que a la banca le hubiese venido mejor que hubiéramos prolongado la deuda, pero aún así, quedamos como «amigos» y actualmente formamos parte de la asamblea de Fiare cuando seleccionan otros proyectos.»

Pasó el 2007 y llegó el 2008, y los ánimos comenzaban a flaquearles a la espera del permiso para edificar en el terreno. La ansiedad empezó a rondarles, e incluso se plantearon seguir buscando otros terrenos. Lo barajaron, lo hablaron y decidieron esperar. «Fue un acierto, porque ese mismo año salió un decreto de la Comunidad de Madrid que autorizaba el cambio de uso de terrenos de más de 10.000 metros para fines sociales. Nos acogimos al decreto y nos pusimos a gestionar todos los trámites: Canal Isabel II, empresas eléctricas, …. todo lo necesario para presentarlo en el Ayuntamiento y obtener la licencia de obra. Estos trámites llevaron tres años. Y en mayo del 2011 pusimos, por fin, la primera piedra.»

«La empresa constructora nos garantizó que en octubre del 2012 entraríamos a vivir. Claro está que no fue así. Se prolongo ocho meses, y como varios de nosotros ya teníamos apalabrados nuestros pisos en Madrid, nos repartimos como pudimos, por casas de hijos, hoteles, … Y en abril del 2013 conseguimos que nos entregaran las llaves. Muchos nos precipitamos a entrar a vivir, aún con luz y agua de obra, porque ya no podíamos esperar más. Y el 29 de junio de ese mismo año entramos los 54 cooperativistas a vivir.»

«El edificio es otro mundo… no teníamos el proyecto definido, pero sí que teníamos unos conceptos claros. Queríamos un edificio bioclimático para aprovechar todas las energías posibles, que tuviera poco impacto medioambiental y económico de mantenimiento. Premisas que dimos a los ocho estudios de arquitectos que concurrieron. Formamos nuestra propia comisión de obras (con arquitectos y aparejadores del grupo) y seleccionamos a Equipo Bloque, un estudio de arquitectos jóvenes que daban mucha importancia a los espacios verdes y al uso de energía sostenible. Acertamos con el resultado, en cuanto a funcionamiento y diseño, es lo que andábamos buscando y estamos felices.»  El edificio es innovador energéticamente: produce calor por geotermia con suelo radiante (energía sostenible a través de la perforación de unos pozos y con un ahorro del 70%), la orientación está calculada para disfrutar del sol en el invierno y protegerse en el verano (todos los accesos miran al norte y todos los apartamentos dan al sur), las paredes son de termoarcilla (acumulan el calor y lo distribuyen de forma constante durante el día y la noche) con aislante exterior, las ventanas tiene un puente térmico para interrumpir el paso de la temperatura del cristal exterior, y dos meses al año riegan con el agua de lluvia que almacenan en un gran aljibe.

La planta del conjunto de edificios está proyectada sobre 6.000m2 (54 apartamentos de 50m2 cada uno con terraza y vistas al jardín, y zonas comunes con luz a borbotones y con diseño, que incluye un comedor industrial espectacular, salas de reuniones, espacios exteriores y un baño terapéutico), los otros 10.000m2 se han dedicado al jardín diseñado a conciencia como una prolongación del proyecto donde cada especie vegetal va dotando de identidad a cada zona del edificio.  And, last but not least, un huerto espectacular.

 

Queríamos un edificio bioclimático para aprovechar todas las energías posibles, que tuviera poco impacto medioambiental y económico de mantenimiento… Es lo que andábamos buscando y estamos felices.

«Nuestra intención es mantener el edificio vivo y ahora mismo nos estamos planteando introducir el uso de placas solares para suministrar electricidad. Estamos también implicados en un proyecto común con el Ayuntamiento para llevar a cabo un plan energético que cubra los centros públicos del pueblo. Nos gusta mucho tener una relación muy activa con el Ayuntamiento y con el pueblo.»

«La cooperativa es la única dueña del todo. Yo no podría vender mi parte unilateralmente. Si yo decido marcharme de aquí o fallezco aquí, mi parte me la llevaría yo o pasaría a mis herederos, pero es la cooperativa la que se encarga de seleccionar quien entra como nuevo socio. Hay que cumplir dos requisitos: tener entre 50 y 70 años, y estar dispuesto a convivir según nuestros valores sobre solidaridad, ayuda mutua y el reparto de comisiones de trabajo (esto es una novedad que hemos aportado nosotros). Es fundamental asegurarnos una buena convivencia. Las comisiones son grupos de trabajo que suponen una ayuda básica para nuestro funcionamiento, para que todo encaje: la comisión socio sanitaria se ocupa de la higiene y dieta, la comisión de jardinería y huerta, la comisión de patrimonio, la comisión de economía, …. Y aparte hay una serie de servicios que cubren entidades homologadas, por ejemplo, la cocina, la limpieza, la lavandería, los servicios médicos y la atención a las personas con grado de dependencia. Además, cada uno de nosotros participamos de forma tácita en actividades comunes que vamos organizando y reorganizando (comedor, biblioteca, jardinería, recepción… ). En los seis años que llevamos aquí no hemos tenido que recordarle a nadie sus funciones.»

«Tenemos una lista de espera abierta con la intención de que se vaya rejuveneciendo el personal para que unos ayudemos a los otros. Antes de venir aquí hicimos un estudio de viabilidad para ver cómo iríamos gestionando económicamente nuestra propio futuro según nuestra esperanza de vida. Y ahora hemos realizado un estudio de sostenibilidad y hemos creado una comisión de dependencia  para atender y gestionar, en la forma y en lo económico, los diferentes  grados de dependencia que vayan surgiendo. Se han hecho comparativas sobre la dependencia y los recursos económicos de cada uno. Desde nuestra llegada han muerto cinco mujeres y dos hombres, una variable muy particular con respecto a la esperanza de vida general en España. Procedimos a realizar una asamblea donde se valoraron tres posibilidades: que cada una se pagase lo suyo, que se pagase entre todos lo de todos y que se repartiese un 70% entre todos más un 30% quien recibe el servicio. Y así se ha quedado por el momento, porque habrá que irse readaptando según las circunstancias, pero a esto le hemos añadido un fondo de solidaridad retornable para cubrir necesidades de una persona que no cuenta en ese momento con dinero disponible (se genera una deuda que abonará a lo largo del tiempo que allí esté o la asumirán los herederos).»

Se paga una cuota mensual por individuo de 1.000€ y de 1.300€ por pareja para disfrutar de su apartamento de 50m2 (todos iguales) y de los espacios y servicios comunes (comida al mediodía, limpieza, lavandería, luz y agua, y también talleres de todo tipo pilates, tai chin, masajes, marcha nórdica, inteligencia emocional, pintura, audiciones musicales, cineforum, libroforum, teatro leído, tertulias sobre temas de actualidad, …. todos dirigidos por los residentes. «Aquí todos sabemos de algo, lo aprovechamos y lo ponemos en común. Y no solo entre nosotros sino también con la gente del pueblo. Estamos abiertos al pueblo, la gente entra y nosotros salimos, y como verás estamos bien entretenidos.»

Cuando le pregunto a Jaime por su grado de satisfacción, si se encuentran a gusto entre ellos, me dice: «No nos libramos de malos días, de discusiones y enfados, pero como tónica general estamos muy bien. Tenemos una comisión para mediar en conflictos y en los seis años que llevamos no ha hecho falta.» Al contarle a Jaime mi interés en las nuevas formas de convivencia, aún novedosas en España, me decía «si piensas un poco, lo encuentras dentro del terreno de lo lógico. La sociedad ha cambiado, el ser humano no se queda parado en un momento de la historia, sino que da pasos adelante. Es el inicio de una respuesta a un cambio muy grande que se ha producido en la sociedad. Aquí se viene a vivir y a entablar relaciones humanas. Aquí no hay soledad porque vivimos en solidaridad

Me lleva a dar una vuelta para ver las instalaciones y me va mostrando los espacios, comienza por el comedor, «nunca nos sentamos en la misma mesa ni con la misma gente….»,  hasta que llegamos a su niña bonita que es un huerto espléndido rodeado de un cielo inmenso y de un horizonte hasta perderse. «No queremos vivir de recuerdos, queremos ver el horizonte lejano con una mirada larga, y hasta donde se llegue.»

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