El Grand Tour español, el viaje de sus vidas

por 29 Mar, 2018CULTURA, NOS GUSTA

El sueño de una generación. El crucero universitario por el Mediterráneo de 1933 es un libro que recoge una experiencia única que realizaron un grupo de estudiantes y profesores en plena República española. Me lo iba contando mi padre en un viaje en coche y le pedí que me hiciese una pequeña reseña porque me pareció que merecía mucho la pena hablar de un encuentro cultural de esta categoría, y porque siempre me han atraído los Grands Tours que se realizaron en la Gran Bretaña del siglo XVIII con una finalidad formativa (eso sí, de uso exclusivo para aristócratas masculinos). Ese objetivo de aprendizaje se fue perdiendo con el tiempo para dar paso a los viajes turísticos.

Ésta es la historia del Grand Tour español que lo recuperó en un momento único. Aquí va…

En 1933 un grupo de 200 estudiantes y profesores universitarios de Filosofía y Letras y de Arquitectura de las universidades de Madrid, Barcelona y Valladolid hicieron un viaje de estudios clásicos alrededor del Mediterráneo a bordo del Ciudad de Cádiz. Quienes lo vivieron no lo olvidaron nunca.

Muchos de ellos se convirtieron en los futuros intelectuales del país. Por citar a algunos: el humanista, científico y médico Gregorio Marañón, la intelectual e impulsora de proyectos culturales Soledad Ortega, la historiadora del arte y profesora María Elena Gómez Moreno, el filósofo Julián Marías, el arqueólogo e historiador Manuel Gómez Moreno, el crítico de arte y politólogo Elías Tormo, el arqueólogo e historiador Antonio García Bellido, el historiador Jaime Vicens Vives, el poeta y novelista Salvador Espriu, el arquitecto y ensayista Fernando Chueca Goitia, la profesora y escritora, hermana del poeta, Isabel García Lorca, el jurista, escritor y politólogo, autor de uno de los libros que más he disfrutado El Rapto de Europa, Luis Díez del Corral y el filólogo Antonio Tovar.

He tenido el placer de ser testigo de cómo alguno de ellos, con los que he coincidido a lo largo de mi vida, lo revivían con emoción a la menor ocasión. Eso mismo contó Josep María Fullola i Pericot en la Residencia de Estudiantes con motivo de la publicación del libro El sueño de una generación. El crucero universitario por el Mediterráneo de 1933 (Universitat de Barcelona, 2006). Su abuelo, uno de los profesores que acompañaron a los estudiantes, le había hablado tanto de la experiencia, que tuvo la necesidad de lanzarse a la tarea de recopilar la información y escribir el libro, junto a Francisco Gracia Alonso.

Solamente habían pasado dos años de la proclamación de la II República cuando Fernando de los Ríos, Ministro de Instrucción Pública y Bellas Artes, presentó un proyecto de viaje para unas 191 personas, como parte de la profunda transformación de la educación que llevó a cabo. El alma mater de la expedición fue Manuel García Morente, decano de Filosofía y Letras de la Universidad Complutense de Madrid. Además de educar y formar una generación de intelectuales, el viaje tenía una misión diplomática, pretendía generar nuevas relaciones culturales con los países que iban visitando, e impulsar las que ya existían por entonces, como la hispano-helena en Grecia, y la hispano-musulmana en Túnez.

Fue una especie de universidad flotante con 22 profesores y 169 alumnos, muchos de ellos becados por el gobierno e intelectuales filántropos. Se juntaron dos generaciones de arabistas, poetas, historiadores y arquitectos, de los cuales 79 eran profesoras y estudiantes mujeres. El año 1933 ser mujer universitaria en España era algo normal.

Este penúltimo grand tour (al año siguiente repetiría la Universidad de Valladolid a menor escala), recorrió las civilizaciones del Mediterráneo, zarpando el 15 de junio de 1933 desde Barcelona para recalar en Túnez, Malta, Egipto, Palestina, Creta, Rodas, la Turquía asiática, Estambul, Grecia continental, Sicilia e Italia Continental y Mallorca, y arribando el 1 de agosto al puerto de Valencia. Fueron 48 días intensos de visitas a museos, a centros arqueológicos (por entonces se estaba trabajando en las excavaciones de Cnosos en Creta), de recepciones con autoridades locales, siempre tutelados desde Madrid con comunicación diaria entre el Ministerio y el cuerpo consular de las ciudades visitadas.

Los momentos que destacan son muchos. Entre ellos, el recibimiento que hicieron a nuestros viajeros las autoridades locales de Fodele, al oeste de la capital de Creta, pequeño pueblo que reivindica ser la patria de El Greco, entregándoles unas naranjas y ramos de laurel y mirto para que los depositaran en la tumba del pintor, en Toledo. Era la primera vez que los habitantes de Fodele se encontraban con españoles que venían a homenajear a su ilustre compatriota. Un año más tarde, dos lujosos tomos que recopilaban las obras del pintor que se conservan en España llegaron a Creta en manos del embajador español en Atenas, en agradecimiento del recibimiento que les hicieron.

También recuerdan la acogida en Salónica por los judíos sefarditas que no habían tenido contacto con España desde su expulsión y que conservaban aún el castellano antiguo. O la escena, propia del Bar de Rick en Casa Blanca, cuando en el puerto de Nápoles los fascistas italianos les recibieron cantando el himno fascista Giovinezza, replicándoles a su vez con el himno de Riego.

La recepción de Grecia fue extraordinaria, porque ya existía un lazo de unión cultural que funcionaba. Cuando se fueron de Atenas, las luces de la Acrópolis se encendieron a modo de despedida, cosa que solo se hacia en ocasiones extraordinarias porque el coste energético era muy grande. La ocasión lo merecía. «El efecto del mármol brillante -así describen los viajeros aquella visión- reflejado sobre el azul de la noche parecía como si los antiguos edificios estuvieran recubiertos por un polvo de oro» .

Destaco un extracto de una carta escrita por Isabel García Lorca a su hermano Federico, durante su visita a Grecia:               «(…) pienso Federico que pudiendo haber venido, quedándote has cometido una de las mayores locuras de tu vida, ahorra dinero, quédate hasta sin comer, pero no dejes de venir a Grecia. A mí no se me olvidará mientras viva».

Ninguno olvidó el crucero universitario por el Mediterráneo de 1933, recuerdos que les marcaron indeleblemente durante su vida. De hecho varios fueron los matrimonios que surgieron de aquel Grand Tour.

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