¿Por qué buscamos salir de nuestra zona de confort, asumir el riesgo y lanzarnos a un agua incierta? El peor momento son esos minutos previos en los que te mantienes en la orilla, observando el horizonte, sabiendo que acto seguido vas a zambullirte en un agua desconocida, turbia y probablemente muy fría. Pero, eso sí, al aire libre, bajo el cielo, en silencio, y deslizándote por el paisaje a brazadas, a un ritmo constante, avanzando largas distancias hasta donde hayas marcado la meta. Es una forma de meditación, de comunión con la naturaleza y, además, la recompensa está garantizada: la sensación de libertad, de plenitud y de satisfacción.
La comunidad Outdoor Swimming Society (OSS) se creó en 2006 en Reino Unido, para unir las almas de gente amante del nado al aire libre y promover este deporte. En los años 90s ya existían los clubs de natación en ríos y costas, pero en cuanto las piscinas cubiertas se propagaron, la afición por nadar en zonas naturales desapareció. Y esto es lo que pretende retomar la OSS. Les descubrí en este artículo publicado en la revista 1843. El reportaje describe una experiencia en grupo por los lagos de Arizona. Ahí se queda, en mi imaginario. Quién sabe, quizá un día… lo retome. Mi experiencia más arriesgada hasta ahora fue un encuentro que se organizó en el estanque del parque de El Retiro, un mes de febrero gélido. Recuerdo tirarme al agua con el neopreno y darme cuenta de repente de que aquello no era una piscina, a lo que yo estaba acostumbrada. No se veía nada, el neopreno me ahogaba y el agua me paralizó tanto que tuve que abandonar tras unas pocas brazadas. Un desastre.
El documental Chasing The Sublime, realizada por Amanda Bluglass (2019), aparecen las fundadoras de la OSS: la periodista y escritora Kate Rew, autora de Wild Swim, y la escultora Kari Furre. Hipnotizante.
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