Maria by Callas: In Her Own Words
«Hay dos personas en mí, me gustaría ser María, pero también está la Callas que me exige estar a su altura, así que convivo con ambas lo mejor posible…» estas palabras que expresó con cierta pesadumbre en una entrevista la gran diva de la ópera del siglo XX y de todos los tiempos, las recoge el director de cine estadounidense Tom Volf en el documental Maria by Callas: In Her Own Words, que le dedica en conmemoración del aniversario de su muerte hace 40 años. Es el resultado de un proyecto que comenzó en 2013 en el que ha ido recopilando material inédito o perdido, cientos de cartas y más de 60 horas de grabaciones con los que fueron sus amigos o colegas más cercanos.
María Kaloyerópulos, hija de emigrantes griegos, nació en Nueva York en 1923. A los 13 años, cuando sus padres se separaron, dejó la ciudad para irse a vivir a Grecia con su madre y su hermana. Comenzó a educarse en la lírica en el Conservatorio de Atenas bajo la tutela de la soprano española María de Hidalgo, quien se convirtió en su maestra y la cuidó, protegió y aconsejó hasta su muerte. Fue su ángel de la guarda, la persona que más la escuchó y menos criticó. En el vídeo The Callas Conversations puedes escuchar una entrevista con ella sobre la relación con su alumna María.
Su debut fue en 1942 en el Teatro Lírico Nacional de Atenas, y el primer éxito lo tendría ese mismo año con Tosca, en la Ópera de Atenas. A finales de la II Guerra Mundial vuelve a Estados Unidos y va buscando su hueco en el país, hasta conseguir que Edward Johnson, el director general del Metropolitan Opera House, le ofreciese dos papeles protagonistas que, ante su sorpresa, rechazó -no quería cantar Fidelio en inglés, y consideraba que el rol de Madama Butterfly no era el mejor para su debut en América-. El reconocimiento artístico de Callas a escala internacional prendió mecha el 2 de agosto de 1947 en La Arena de Verona, con la representación de La Gioconda de Ponchielli, bajo la dirección del director de orquesta Tullio Serafin, que fue quien descubrió su lírica y su poder de expresión escénica innnato, que por entonces era algo que no se tenía en cuenta en las representaciones operísticas.
Allí conoció al industrial de la construcción italiano Meneghini con quien se casa en 1949. Fue su agente y administrador exclusivo el tiempo que duró su unión, desde 1947 a 1959. Bajo su dirección la Callas se convirtió en un producto mercantil en aumento constante y en la cantante mejor pagada de la historia de la ópera.
De Verona pasó al teatro La Fenice de Venecia, donde se la empezó a considerar «la voz de Italia» y al Teatro Colón de Buenos Aires. Pero su gran salto fue cantar en La Scala de Milán, con mucho tesón por su parte tras haber sido rechaza en una prueba y haber tenido una primera interpretación sin éxito en 1950 con la ópera Aida. Su gran acogida por parte del público fue un año después con Lady Macbeth de Giuseppe Verdi, y allí se quedó durante siete años antes de volver a Norteamérica como «La Divina». Fueron los mejores años artísticos (que no vitales) de la Callas.
Entre 1953 y 1954 decide adelgazar 36 kg para representar el papel de Medea en La Scala, dirigida por Leonard Bernstein. Maria Callas se convierte en otra persona físicamente, y bajo la dirección del director de ópera y de cine Luchino Visconti, su gran admirador, aprende a actuar, comienza a afinar su delicadeza y precisión, a expresar con un movimiento una idea. En 1955 canta en La Scala una Norma que adquirirá estatus de legendaria, dirigida por Antonino Votto, y en Berlín, junto a Herbert von Karajan, canta una Lucia di Lammermoor histórica, para la reapertura de la Deutsche Oper Berlin. El delirio del público fue tal que se tuvo que repetir el sexteto del segundo acto.
Norteamérica la envolvió en una aura de estrella-icono que levantaba pasiones y odios. María hizo su debut en el Metropolitan Opera House el 28 de octubre de 1956, con una Norma de Vincenzo Bellini. En 1958 cantó en Chicago, Berlín, Viena, Filadelfia, Washington, Dallas, Londres, Colonia y Edimburgo. Cerró este año maratoniano con su estreno en la Ópera Garnier de París, retransmitido a más de una docena de países en Europa, que supuso el inicio de su relación con la ciudad donde terminaría sus días. Y el 5 de mayo de 1959 tuvo lugar la única actuación, entre abucheos y aplausos, de María Callas en el Gran Teatro del Liceo.
En septiembre de 1957 conoce al magnate griego Aristóteles Onassis durante un baile de máscaras celebrado en el hotel Danieli de Venecia y queda deslumbrada. En noviembre del 59 deja a Meneghini, tras el idilio que surgió en el yate del magnate ese mismo año al que fue invitada con su marido y en el que se encontraba también Winston Churchill con su señora esposa. Decide retirarse del bel canto durante una temporada para disfrutar de la vida junto a quien resultó ser su gran amor, que le hizo tan feliz como desgraciada. Fue el preludio del fin de su carrera. El documental de Tom Volf se centra en esta época, cuando se retira de los escenarios por un tiempo y le sigue su declive vocal y vital.
Cuando la relación entre ambos se acaba de forma abrupta, Maria Callas se reincorpora a su carrera, pero ya no fue igual. En 1965 realizó su última representación teatral con Tosca en el Covent Garden londinense junto a su compañero de escena clásico, el barítono Tito Gobbi.
Retirada de la lírica en 1969 se intenta reconvertir sin gran éxito, primero en el cine con la película Medea basada en la tragedia Medea de Eurípides, dirigida por Pier Paolo Pasolini. Y después con unas master classses de canto que impartió en la prestigiosa Juilliard School de Nueva York.
Volvió a los escenarios en 1973 acompañada de su tenor Giuseppe Di Stefano, quien buscaba que ambos reaparecieran evocando los viejos tiempos de éxito juntos, pero sobre todo por elevar el estado de ánimo de María. Por primera vez en ocho años volvía a cantar en público. La gira de recitales desde el punto de vista lírico fue un fracaso por la voz desgastada de ambos, pero suscitó el fervor popular que se pretendía. Finalizó el 11 de noviembre de 1974 en Sapporo, en Japón. En aquel recóndito lugar del planeta fue donde se escucharía cantar a María Callas por última vez.
En el 73 Onassis intentó un último acercamiento en París, tras la muerte de su hijo de 23 años y con una relación con Jacqueline Kennedy que hacia aguas, pero la Callas prefirió dejarlo estar. Maria Callas murió en su apartamento de París el 16 de septiembre de 1977 retirada del mundanal ruido. Su cuerpo se incineró en Père Lachaise, uno de los cementerios más románticos del mundo, y sus cenizas descansan en el mar Egeo.
Los «viudos» de La Diva hicieron boicot en La Scala para impedir que se volviera a representar la Traviata. Querían quedarse con el recuerdo de la Callas dirigida por Luchino Visconti en 1955. En 1990 el director de orquesta Riccardo Muti y la directora teatral Liliana Cavani, con una joven Tiziana Fabbricini en el papel de Violetta Valéry, decidieron romper con el hechizo para que uno de los escenarios más importantes de la ópera siguiera el curso de su historia.
Hace tres años un equipo de ingenieros de sonido de los míticos estudios Abbey Road de Londres exhumaron sus grabaciones más emblemáticas y las han remasterizado. El resultado es Callas Remastered: The Complete Recordings, 39 obras inmortalizadas por la soprano entre 1949 y 1969. Según Andy Walter, uno de los expertos en remasterización de los estudios Abbey Road, han trabajado como si cada remaster fuera un cuadro al que hubiera que devolver los colores originales sin agregar nada.
Atenas, la ciudad que le inició en el canto y en su carrera, le ha dedicado el Maria Calls Greek Museum, que está a punto de abrir sus puertas al público.
Maria by Callas: In Her Own Words, realizado por Tom Volf, 2017.
Passion Callas, documental sobre la vida y la carrera María Callas, realizado por Gérald Caillat, 2005
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