Ayer fue Navidad, esa noche que se pasa en familia y que se ama y detesta, o en la que te dejas llevar a sabiendas de que tienes garantizado una comida que supera la media cotidiana (si no te toca cocinar…). Pues bien, por primera vez he tenido tres conversaciones por teléfono que me han sacudido, cuatro personas muy cercanas iban a cenar solas. A lo mejor por primera vez me he dado cuenta de lo que me estaban diciendo. No he sabido qué responder. ¿Qué podía responder para edulcorar la conversación e intentar que aquella constatación fluyese como quien te cuenta lo que va a cenar esa noche? No he sabido. Me ha resultado tan violento que me ha revuelto y he reaccionado muy torpemente.
Escribo esto porque una de estas personas me ha dicho lo siguiente: «Querida, como tengo unos pocos más años que tú, te diré que no hay que decir nada, simplemente escuchar sin sentirse mal, no llevarlo con sufrimiento porque entonces eso te aleja de la otra persona. Lo que hace falta es ser consciente de lo que tienes tú y de lo que carece la otra persona y pensar, qué suerte tengo. La libertad empieza por la escucha, por el silencio…. Tú que tienes un espacio donde escribir, es importante hablar de estas cosas porque vivimos muy de espaldas a la vida.»
Mientras, otra amiga, que venía de Bretaña, me escribía desde San Sebastián, que le había apetecido la idea de hacer parada en la ciudad camino de Madrid, y tomar unos pinchos allí, sola. Me mandaba una foto de La Concha espléndida, solitaria y bellísima. Y, a la vez, otra amiga se bañaba en los mares de Creta, donde había decidido pasar la Navidad por su cuenta, a su aire. Le había llamado para felicitarle, pensando que la pasaría con su madre, y me devolvía una foto suya feliz, entre rocas y con el mar de fondo, diciéndome que se había escapado a Creta y que su madre estaría con su hermano como les placiese a ambos.
Llamo a una de las amigas que iba a pasar la noche con su hija pequeña en un pueblo minúsculo, sin padres, ni abuelos, ni hermanos, ni primos, y me manda un mensaje de vuelta diciéndome que la pillo con las manos en la masa, preparando la cena a unos amigos para ganarse un dinero y de paso cenar con ellos.
Esto ha sido lo mejor de la Navidad, el haberme dando cuenta de tantos puntos de vista y de formas de vivir o sobrellevar un mismo momento.
Sea como sea y como nos sintamos: Felices Días y Feliz Año Nuevo, que intentemos con todo nuestro empeño estar a gusto con nosotros mismos y con nuestro entorno.
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