Están surgiendo otros tipos de organizaciones de convivencia alternativos a la vivienda tradicional familiar. Giran también en torno a una vida en común, pero, esta vez, entre amigos o entre perfectos desconocidos. Se comparten espacios y cada uno disfruta también de su espacio privado. Es una nueva forma de vida en comunidad adaptada a los nuevos tiempos que empieza a cobrar forma en España. Es lo que viene a llamarse coliving, cohousing o coviviendas, un nuevo plan de vida que está revolucionando el mercado inmobiliario y el de la hostelería.
La razón es económica, los precios de los pisos se han vuelto inaccesibles, tanto que los jóvenes que se quieren independizar buscan alternativas sin tener que desangrarse ni vivir en cuchitriles a precio de oro; también las buscan los más mayores, para vivir a gusto lo que les queda de vida fuera del circuito actual que les está destinado y que no resulta nada atractivo ni en cuanto a espacios ni a precios (si se trata de residencias privadas). Pero también anda detrás de este cambio una razón social de mucho peso, la vida en pareja, que nos ha organizado durante tantos siglos, está dejando paso a otra forma de vida más en solitario, y como el ser humano es un animal social, pues uno busca el confort (humano y económico) de un entorno en compañía.
Hace poco fui a ver una exposición de la artista Alicia Framis donde una de unas obras Century22 giraba en torno a la necesidad de que la arquitectura de las viviendas se vaya adaptando a las necesidades y deseos cambiantes de las personas. Es un proyecto de investigación abierto, que explora en la posibilidad de proporcionar alojamiento a muchas otras formas de sentirse en familia. Ella va por otro camino, el de las relaciones amorosas, pero el trasfondo es el mismo: nuevo hogares adaptados a nuevas formas de vida en común.
Una idea muy interesante es convivir con gente en la misma sintonía, por el gusto de compartir un estilo de vida o una afición: aficionados al bricolaje, artistas, amantes del yoga y del slow life, emprendedores… En España ya se han puesto en marcha pisos compartidos para jóvenes emprendedores y creativos que deseen convivir con gente de su sintonía y estar así abiertos a posibles sinergias profesionales. La compañía francesa Urban Campus gestiona pisos en Madrid donde los jóvenes viven y trabajan juntos. Resulta más caro que pagar una habitación en un piso compartido, pero es mucho más inspirador y constructivo. Allí vive y convive un grupo de personas que tienen ganas de aprender y de emprender, trabajan y llevan a cabo talleres.
El coliving está atrayendo también a profesionales destinados a otras lugares del planeta o a los nómadas profesionales, aquellos que pueden trabajar en cualquier lugar y pasan gran parte de su vida viajando y en vez de alojarse en apartamentos impersonales u hoteles, prefieren hacerlo en edificios compartidos con otras personas, perfectos extraños que vienen y van, cada uno con su habitación, pero con sus espacios en común donde, de alguna manera, se va creando la sensación de hogar. Unos salen a trabajar y otros se quedan en la zona de coworking con sus dispositivos móviles, pero se reúnen en las zonas comunes, cenan juntos, charlan, tienen sus momentos de distensión, crean posibles sinergias profesionales y se sienten muy acompañados. Ya existen lugares así por el mundo proyectados por la empresa Roam, que tiene edificios en Londres, Miami, San Francisco, Tokio y Bali; también Ollie en Nueva York, Los Angeles y Boston; Hmlet en Asia; y The Collective y Tipi en Londres. Incluso las grandes cadenas de hoteles, a la vista del auge in crescendo de este nuevo concepto de alojamiento, están readaptándose para ofrecer nuevos servicios a sus clientes que viajan por negocios y que deseen sentirse acompañados (como zonas de coworking, apartamentos compartidos…).
Pero esta nueva forma de compartir vivienda toca a cualquier generación, por ejemplo, a la gente que busca el lugar donde pasar su jubilación a gusto y con asistencia. Ya hablamos en el post Juntos, pero no revueltos, las nuevas formas de vida en común, cómo se lleva practicando fuera de nuestras fronteras hace años y empieza a tomar forma tímidamente ya en España, como es el caso de la primera residencia de mayores en cooperativa Residencia Santa Clara en Málaga, una idea de Aurora Moreno, que impulsó el proyecto cuando tenía 30 años para prever un futuro en compañía y a su gusto. Ahora tiene 80 años y lo está disfrutando con otros 100 socios más, juntos, pero manteniendo la independencia, con buenas vistas al campo, jardín, árboles frutales, piscina y muy buena compañía. Y también el Centro Social de Convivencia Trabensol, a 60 km de Madrid, que puso en marcha en 2013 un grupo de amigos entre 60 y 80 años. Tenían clarísimo que querían tomar las riendas de su jubilación, vivir bien, con confort, activos y en el seno de una gran familia, para apoyarse y hacerse compañía. Es hoy un referente internacional por su proyección y organización. Estuve visitándolo y merece un post aparte.
Otro mundo, otro estilo, es el proyecto de seis amigas chinas que fantaseaban con la idea de irse a vivir juntas cuando se jubilasen (tienen hijos, pero no sé si maridos) y una de ellas se puso en acción para hacer esa fantasía realidad. Ha buscado un terreno con una casa a medio construir en un pueblo a 70 km de Guangzhou, su ciudad (no demasiado lejos de la ciudad. Un detalle importante), y allí han levantado este lugar que no puede estar mejor planteado. Apetecible, ¿verdad?. ¿Y por qué esperar a la jubilación?, ¿y si la vida en común se montase antes de la edad de jubilación? Es uno de los planes con los que soñamos ya (como estas chinas) muchos de nosotros, para realizarlo a corto plazo sin tener que esperar a estar jubilados: amigos sin pareja, en parejas, sin hijos y con hijos, eso da igual. Compañía y abaratamiento de precios.
En Reino Unido comienza a ser una práctica común, hasta hay una web que aglutina el movimiento. Un grupo de mujeres fueron pioneras con la puesta en marcha en Londres, en 1999, del proyecto OWCH, un complejo en comunidad para mujeres mayores de 50 años, inspirado en el sistema de cohousing, que por entonces ya se estaba realizando en Holanda. Ellas abrieron camino en su país y suponen hoy un referente para otros proyectos que van surgiendo, muchos de ellos estudiantes que les contactan porque desean poner en práctica el mismo estilo de vida. Como dicen en su página web: «Es la manera de enriquecer la última etapa de la vida y reducir las presiones económicas que supone el cuidado y los servicios por el hecho de ponerlo en común», y hacen un llamamiento a las instituciones locales y compañías para activar políticas y acciones que ayuden a agilizar este tipo de vida en comunidad.
Es España también tenemos nuestros arreglos, por ejemplo, el Proyecto MOVICOMA es una colaboración entre la Universitat Oberta de Catalunya y el banco BBVA, que estudia el auge, desarrollo e impacto del movimiento de vivienda colaborativa de personas mayores en España; La plataforma Jubilares se dedica a informar, aconsejar y respaldar a personas, grupos o instituciones interesadas en promover iniciativas de este tipo; Igualmente el estudio de arquitectura cohousing_LAB asiste a grupos de personas en cualquier parte del mundo que quieran desarrollar sus propias viviendas colaborativas para facilitar y agilizar el proceso de construcción de una nueva entidad colaborativa. Tienen proyectos muy interesantes dirigidos a grupos que desean reunirse por afición, como el monumental depósito de granos de 1919 en Groningen (Holanda), con acceso desde un canal, rehabilitado en un cohousing con 11 pequeños lofts para artistas; pero también está enfocado a personas que comparten una discapacidad, como es el caso de la cooperativa aflorEM en Badalona para gente con esclerosis múltiple, o las viviendas adaptadas para mayores junto a unidades habitacionales para jóvenes con una discapacidad intelectual en Opende al norte de Holanda… muchos de sus proyectos se encuentran en Holanda, donde la vida en comunidad es ya un estilo de vida generalizado; Y también el estudio de arquitectos Equipo BLOQUE, que ha puesto en marcha lo que viene a llamar eCOHOUSING, una red de nuevos modelos de viviendas colaborativas y ecológicas para gente que decide unir sus ahorros para vivir en cooperativas autogestionadas.
Es la primera iniciativa que conozco que da importancia al hecho de mezclar a la gente más mayor con otras generaciones en un espacio de calidad y con diseño, y sin complejos.
El proyecto The Embassies of Good Living tiene previsto, para 2021, la apertura en Zurich del primer edificio de vida en comunidad categoría premium (esto es para quien se lo pueda permitir), que incluye a gente de diferentes generaciones: jóvenes, adultos y gente mayor, con la idea de crear una red internacional en diez países en donde quepan todos: inquilinos, visitantes y miembros de un club de gente con intereses comunes, sin tabúes generacionales. Es su forma de crear puentes entre gente a la que le guste estar acompañada y compartir calidad de vida, independientemente de la edad, para poner remedio al gran problema de la soledad. Serán viviendas de lujo con espacios privados y comunes en donde se desarrollarán actividades culturales de todo tipo para fomentar las relaciones comunales. Es la primera iniciativa que conozco que da importancia al hecho de mezclar a la gente más mayor con otras generaciones en un espacio de calidad y con diseño, sin complejos, y donde la accesibilidad, el cuidado y la asistencia de quien lo necesite estará perfectamente integrado. «Sabemos que formar parte vital de una comunidad y participar en la vida social es lo que nos motiva y nos mantiene activos, especialmente al final de nuestras vidas», cuenta el fundador del proyecto Ja Garde en una entrevista de la plataforma AGEIST. Otra forma de crear puentes entre generaciones más asequible y en petit comité, es el proyecto KUVU, una plataforma online y offline de alojamiento compartido para poner en contacto a jóvenes estudiantes con gente mayor que cuente con espacio disponible en sus viviendas. Es una propuesta del estudiante Eduardo Fierro de la Universidad de Mondragon (Team Academy) que se ha llevado el galardón del Global Student Entrepreneur Awards 2019 (el mayor concurso de startups made in Spain organizado por emprendedores). Esta práctica ya existe, pero ahora se presenta envuelta en formato tecnológico y con una organización detrás que además de buscar alojamiento, se ocupa de que se respete durante la estancia unos valores, unas normas y unos intereses comunes para que ambas partes se encuentren seguras y satisfechas. Incluso tienen un club para crear encuentros entre los participantes. ¡Enhorabuena!
Todo esto resulta muy atractivo, pero ¿qué pasa con la gente que no puede valerse por sí misma?. La vida de los mayores no autónomos aún no está resuelta. Y ellos y nosotros como hijos y futuros «actores» también deseamos otras formas de vida que no sean residencias lúgubres o carísimas o ambas cosas a la vez. Tímidamente se empieza a plantear la misma solución: coviviendas con habitaciones independientes y espacios comunes, porque a casi todo el mundo le gusta estar acompañado y todo el mundo tiene derecho a disfrutar de un cierto standard de calidad. IKEA ya ha puesto en marcha, junto a la constructora sueca Skanska, una posible solución con un proyecto piloto en Estocolomo: las casas modulares SilviaBo, viviendas para personas con demencia: sostenibles, asequibles (que se administran según el modelo Left to live que consiste en cobrar a los residente solo lo que puedan pagar después de impuestos y gastos para vivir), y con un diseño enfocado a sus necesidades (accesibilidad, jardines terapeúticos como punto de reunión en comunidad con los vecinos y con una luz natural que inunde toda la estancia) y con sentido de la estética. Nace con la intención de reducir el coste de la atención médica con asistencia a domicilio y con medidas preventivas más naturales y efectivas. No puedo evitar recordar la cita de un libro que cuenta que cuando a una persona mayor se la saca de su casa para trasladarla a otro lugar, es como arrancar a un árbol de las raíces para plantarlo en otro lugar. Un asunto altamente delicado. El cuidado de una persona dependiente aún no está cubierto, se pospone lo más posible porque mejor no hablar de ello, no es agradable, cuando llegue el momento ya veremos. Y cuando llega ese momento resulta tan caro y tan exigente para sus familiares, que hoy por hoy es una carga psicológica y económica demasiado pesada, además de cada vez más larga. Exige unos niveles de heroicidad para quien los asume (principalmente mujeres entre los 45 y 65 años) y un riesgo de soledad para los pacientes abandonados, que no debería de ser así, viviendo en una sociedad que aspira a un bienestar capaz de gestionar estos asuntos básicos. Es una de las grandes incógnitas sociales, un tema pendiente y urgente para conseguir vivir todos en una sociedad moderna e inclusiva 100%. Si a eso es a lo que realmente aspiramos.
Está claro que la idea de compartir casa y compañía con un grupo de gente resulta cada vez más atractiva para todas las edades. Ahora solo falta comenzar a ponerlo en marcha.
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