Sonia Díez: «Es fundamental que un niño aprenda siendo feliz»
Sonia Díez Abad es hija de unos maestros un tanto especiales. En los años 60 crearon una pequeña escuela, en el barrio de Guexto en Bilbao, guiada por los principios de la Institución Libre de Enseñanza, un proyecto pedagógico, que se se promovió a finales del s.XIX, alternativo a la educación académica, sin libros de texto ni exámenes, pero con grandes ventanas con vistas al jardín, mucho deporte y una obligación muy clara: construir un pensamiento crítico, individual y autónomo. En esa pequeña escuela única en su entorno y también lejos de su casa en otros mundos, Sonia se formó con una mente abierta.
Su carrera siempre ha estado de alguna forma relacionada con la enseñanza porque tiene clarísimo que la educación es básica para conseguir una sociedad más humana. Le importa tanto que ha decidido servirse de su espíritu emprendedor y empresarial en aras de conseguir una educación eficaz adaptada a nuestros tiempos. Se ha convertido en una activista educativa y su hoja de ruta está en constante expansión.
Como hicieron sus padres, pero esta vez en el sur, ha fundado y dirige el Colegio Internacional Torrequebrada, una escuela liberada de las imposiciones que obligan a trabajar en una educación de talla única. «Cada uno de nuestros alumnos cuenta con su Portfolio personal, cargado de sus experiencias escolares y de su propia autoevaluación. Este es el curriculum que te prepara para la vida personal y profesional, y que está abriendo las puertas de las principales universidades en el mundo». Ha creado también un espacio de foros para el intercambio de ideas innovadoras en la Fundación Ítaca. Y tiene dos nuevos proyectos en construcción: una escuela de gastrobotánica para unir gastronomía con botánica y promover el estudio de especies vegetales para promover una cocina sabrosa y saludable, siguiendo criterios de sostenibilidad medioambiental como de compromiso con el desarrollo económico y social local. Y WomenRUS, que se realizará en colaboración con la comunicadora Teresa Viejo, dirigido a abrir nuevos espacios y formatos para el debate y el diálogo que contribuyan a promover la participación de mujeres en todos los foros de intercambio de conocimiento.
Acaba de publicar EducAcción, un ensayo sobre la necesidad de generar debate y trabajar en conjunto para lograr una educación adaptada a las nuevas generaciones que están viviendo unos cambios sociales disruptivos. Nos lo están pidiendo a gritos y, sin embargo, no lo estamos atendiendo. Hemos pasado de vivir en grupos familiares grandes y en círculos sociales cerrados, a vivir en grupos familiares pequeños, pero en un contexto digital y globalizado con acceso a una información infinita. Y la educación tiene que incidir en esos cambios. «Las necesidades educativas van por otros derroteros, ya no consiste en proveer de contenidos, como hemos estado haciendo durante los últimos dos siglos, sino que consiste en aprender a tener criterio, ser buenos comunicadores, trabajar en equipo y aprender a gestionarlo, fomentar la capacidad del emprendimiento, aprender a recibir y también a aportar un valor a nuestro entorno, hacer preguntas y afrontar los nuevos retos de forma creativa. Y la tecnología está para ayudar a que eso sea posible». «La próxima revolución educativa, no va a ser la tecnológica, sino el tipo de seres humanos que queramos ser, va a girar en torno a nuestra osadía para diseñar un futuro honesto y comprometido y más humano».
En su ensayo Sonia Díez propone acciones para el cambio, un nuevo paradigma educativo basado en el aprendizaje (al revés que el actual, basado en la enseñanza), cuyo eje fundamental sea el bienestar del niño y sus necesidades. Ve fundamental cambiar las normas, promover el emprendimiento y el compromiso social por parte de los educadores, de la familia y las instituciones, para que sea posible el cambio del alumno paciente al alumno agente.
Los colegios deberían de medirse según el baremo de la eficiencia, como una empresa. Tenemos un índice de fracaso y de abandono escolar tan importante (de los 8 millones de niños escolarizados, se estima que un millón y medio se les considerará fracasados) que debemos de revisar cómo se están haciendo las cosas. Si el resultado que se espera es éste, y no hacemos nada para ponerle remedio, habremos fracasado como sociedad. No hay excusa. Tenemos más recursos e información que nunca. Sabemos de experiencias que están funcionando fuera de nuestras fronteras. Y, sin embargo, nos quedamos paralizados. De hecho hay un dato asombroso, en los últimos 30 años en las encuestas del Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS) no ha aparecido una sola vez la educación como uno de los 10 asuntos más importantes que preocupen a la ciudadanía. «Hay una tendencia natural, entre los que estamos implicados, a querer hacer las cosas mejor, pero estamos todos refugiados en nuestros miedos y nos mantenemos en una posición neutral que sostiene este statu quo tan dañino». Una situación en la que muchos padres y no padres, profesores y administraciones se afanan en echar balones fuera y dejar la casa sin barrer; otros se revuelven en la impotencia; y otros, como Sonia, están intentando cambiar las cosas. «La educación de los más jóvenes es una cuestión que nos compete a todos, porque, según dijo Angel Gabilondo en la presentación de su libro, es nuestro proyecto de sostenibilidad para el futuro«. Es la base de las personas que harán del mundo un lugar mejor o peor, según se les haya preparado y acompañado durante su infancia y adolescencia.
«Se trata de crear oportunidades para que los niños sean capaces de tener la esperanza de poder mejorar el mundo y formar parte en ello», comenta en una entrevista de Teresa Viejo en su programa La Observadora de rtve. En España no hablamos de la educación en sí, sino que se pone el foco en ver qué se hace con las notas, los exámenes, los deberes, las horas lectivas o las asignaturas, y lo que deberíamos de tratar es la experiencia del aprendizaje, el cómo se aprende, si el niño es consciente y disfruta del proceso de aprendizaje». «Entre todos tenemos que ser capaces de salvar el bienestar del niño. Se están incrementando las patologías asociadas a la depresión y la ansiedad. Estamos viviendo otra realidad muy diferente y tenemos que readaptarnos para que la educación funcione».
«El arte del profesor, según lo ve Sonia, es ser capaz de soplar las brasas de la curiosidad para que el alumno quiera aprender, generar el gozo intelectual y aspirar a formar seres humanos». Y según lo ve su maestro Gabilondo, «es un acto de amor, no de uno hacia otro, sino del movimiento que lleva a ambos en la dirección de algo otro. Es estar dispuesto a jugarse algo por alguien y a gozar en el proceso. Ser profesor es convocar a alguien a un desafío que le arranque del limitado horizonte en el que se encuentra y le proponga aspectos inauditos».
Hay que huir de la homogeneidad: aulas con distintas edades, distintos profesores, distintos espacios. Cada escuela debería de tener autonomía para enseñar según sus necesidades. Y esto debería de facilitarlo las administraciones. La capacidad de que un colegio decida sobre sus competencias es mucho mayor en el extranjeros que en España, lo que facilita la apertura y la innovación en la enseñanza que nos dificulta tanto a nosotros.
Otro tema importante al que se refiere Sonia es el cambio tan grande que se está dando en las estructuras familiares: familias monoparentales, padres separados, padres y madres que trabajan y no pueden conciliar… Se debería de facilitar el que los padres puedan prestar el apoyo y el tiempo necesarios para arropar y tutelar a sus hijos, para afianzar a cada hijo como ser humano único que es y apoyarle en su singularidad y en su propósito.
Sonia superó un cáncer de páncreas hace pocos años. «Cuando tienes un diagnóstico de este tipo, lo primero que haces es asomarte al abismo, a la muerte, y uno revisa sobre lo que le pasa y le ha pasado. Y lo que más miedo da no es morir, sino no haber vivido. Una comienza a revisar el día a día a consciencia, a sabiendas de que esto es una gran oportunidad. He tenido un antes y un después, y el después es mejor en la medida en que una asume la responsabilidad de vivir conscientemente. Se nos regala una vida, la pensamos, la planificamos, pero no la practicamos. Hay que vivir evocando, invocando y provocando cambios, fuera de nuestra zona de confort. El cambio es la vida».
«Ahora mismo, a mi edad, yo quiero ser yo. Me encantaría poder ser yo y compartirlo, sin imposturas».
En su web educACCIÓNya.com podéis seguir su trabajo por si os interesa profundizar sobre la educación de vuestros hijos. «¿Cuánto hace que no nos preguntamos para qué educamos a nuestros hijos?»…. nos pregunta Sonia Díez Abad.
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