Cada uno de nosotros tenemos un repertorio para resolver problemas y afrontar miedos que funciona más o menos, en general bastante regular. «Pero si llegamos a entender bien qué nos pasa, ponemos nombres a nuestros miedos y conocemos las alternativas, entonces la forma de resolver los conflictos se vuelve un asunto sensato y práctico», me cuenta la psicoterapeuta Vivienne Sarobe. «Lo más importante es entender las emociones. En el momento que puedes nombrarlas puedes domarlas. Todos nuestros miedos, complejos, recuerdos, sensaciones… hay que agarrarlos e identificarlos, para conseguir que empiecen a trabajar para nosotros. Nos permitirá tener un repertorio mayor de recursos para saber dónde nos duele, por qué nos duele y hacia dónde queremos evolucionar. Es la clave para que los problemas se convierten en riqueza. Y esto es lo que me apasiona de mi trabajo. Trabajo con gente que crece. Y eso es un lujo. Es un privilegio que alguien te abra su alma para que entres a ver qué está pasando ahí dentro. Y lo haces con un respeto y una ilusión enormes.» «Soy consciente de que estoy en un momento muy dulce de mi profesión.»
A Vivienne la conocí a través de una amiga que asistió a su consulta. Le gustó tanto ella en sí que me animó a contactarla. Es una gran comunicadora, una de esas personas que tiene la mente abierta porque lleva consigo un bagaje cargado de gente y paisajes muy diferentes. Y no ha querido renunciar a nada de lo que ha ido encontrando por el camino. Se considera anglosajona-española y sudafricana. Hija de una canaria y un gallego que se conocieron recibiendo clases de inglés en Inglaterra. Su familia se iba trasladando de ciudad en ciudad siguiendo los pasos de su padre, pasaron por Inglaterra, Gales, Lisboa, Sudáfrica, Barcelona… hasta establecerse, a principios de los 70, en Madrid por pura necesidad de asentarse. «Me costó horrores adaptarme viniendo de un mundo anglosajón, pero estoy encantada de la vida. España me parece uno de los mejores sitios para vivir ahora mismo. La vida aquí resulta lo suficientemente salvaje como para poder hacer casi lo que te dé la gana y suficientemente civilizada para gozar de una cultura y una seguridad admirables.»
Cuando estaba en ese momento en el que uno decide su carrera, pensó en dedicarse al mundo de la diplomacia. «Siempre me ha gustado la idea de conocer a gente y llegar a acuerdos. Y curiosamente ahora hago lo mismo, de otra forma, pero lo mismo. Me di cuenta que una mujer de mi generación y sin relaciones con el mundo diplomático no lo iba a tener fácil. Corrían los años 80 y pensé que aún no había llegado nuestro momento. Llegué a conocer a mujeres diplomáticas de mi generación, pero yo tomé otro camino. Ingresé en psicología y me enamoré profundamente de la carrera. Tuve además la suerte de conocer a maestros del Instituto Tavistock que se instalaron en Madrid, me convertí en traductora de los seminarios que impartían sobre todo tipo de asuntos relacionados con la mente, y me gustó tanto que me formé con ellos paralelamente.» La Tavistock fue un invento británico de carácter público especialmente afortunado. Nació en 1947 tras la II Guerra Mundial para tratar a los supervivientes de la guerra. Está especializado en dinámica de grupos y su objetivo es que la gente esté bien lo más rápido posible y de forma efectiva -era urgente para el gobierno británico tratar las secuelas de la guerra-. Aprendió con ellos una forma de ejercer la psicoterapia muy práctica y volcada en la búsqueda de la verdad. «Esa verdad que a veces te deslumbra y duele, que puede ser tolerable o intolerable, y puede llegar a asustar mucho. Aprender a tolerar las verdades, sean las que sean, aprender a tener unas defensas saludables, y aprender a convivir con otras perspectivas ajenas sobre la verdad, es fundamental para conocernos a nosotros mismos y relacionarnos a gusto con los demás.»
Es una divulgadora, ha colaborado con la radio y la tv, imparte conferencias, escribe libros «Aprende Eggomotion», un libro pedagógico y bilingüe, y «Eggomotion, la mente en acción», para quienes quieren comprender la tramoya de la mente, ofrece cursos online sobre diferentes materias y en su canal de youtube presenta una amplísima colección de vídeos «Tres minutos para entender», que lanzan mensajes prácticos sobre cómo afrontar un montón de situaciones cotidianas más o menos conflictivas para llegar a entendernos y ser mejores. Y tiene su propia consulta donde trabaja con dinámicas de grupo y también de forma individual o en parejas. Entre sus prácticas regulares lleva grupos de diez personas que se reúnen todas las semanas, y cuya forma de pago es a través de cadenas de favores. «La gente que pasa por ahí contribuye haciendo tres favores al mundo, como en la película Cadena de favores. Es una forma de poder acceder a una terapia para los que no pueden pagar sin correr el riesgo de que se sientan en deuda ni que te tomen a la ligera. Llevo con esto siete años y han pasado 40 personas por esta sala. Y me gusta mucho la idea de seguir trabajando en terapias de grupo porque las considero complementarias a las individuales.»
«Todas mis sesiones son absolutamente distintas. Intento hacer la intervención lo más natural y lo más breve posible». Una cosa que me dijo Vivienne en la entrevista y que me pareció importante es cómo ve ella la forma de ejercer su trabajo: «El psicólogo se tiene que adaptar a su paciente. Todas las corrientes que existen están ahí por alguna razón. Todas sirven para algo y para alguien y no todas sirven para todo el mundo. Son visiones diferentes del ser humano, y cada una se ocupa de aspectos diferentes y son oportunas en un momento determinado. Según sea la patología de una persona, se procederá de una forma u otra. El terapeuta tiene que ser flexible para amoldarse al paciente. El paciente vendrá de paciente, como le venga en gana, y el terapeuta tiene que tener suficientes recursos como para cogerle bien». Este punto de vista suyo sobre la forma de ejercer la psicoterapia que parece de cajón, me ha hecho pensar en las dos veces que me he puesto en manos de un psicólogo. No me sirvió de nada, precisamente por eso, porque se empeñaban en reconducirme por su camino y ese camino a mí no me causaba ningún efecto, y a pesar de decírselo, erre que erre seguían insistiendo, hasta que valorando el coste, el esfuerzo de ir y la frustración de no ver ningún progreso, tomé unilateralmente la decisión de abandonar a medias la terapia ante un terapeuta impasible, y, claro, me iba enfurecida.
Ha conseguido fusionar su gran hobby que es la música con la psicología -canta jazz y blues es escenarios-, y ha creado el Eggomotion, un juego terapéutico que nos permite ver, de forma intuitiva, cómo funciona la mente atribuyendo nombres, imágenes y música a cada una de las emociones. Es el mapa de la mente en acción. «Si eres una persona visual acelera enormemente tu capacidad de entender cómo funcionas. Es una herramienta para ayudar a expresar nuestros sentimientos y a entendernos mejor de una forma natural. Está dirigido a todas las edades, pero una de sus ventajas es que a los niños les resulta un juego y hablan con naturalidad de lo que sienten. Incluso son lo mismos niños los que enseñan a sus padres.»
Cuando le pregunto si piensa que deberíamos ir todos al psicólogo, me dice: «Creo que es una suerte ponerte en manos de un terapeuta. En mi profesión es muy importante que uno mismo vaya al terapeuta. Somos una lente para mirar a la gente y no hay lentes perfectas. Tienes que saber por dónde cojeas. Soy una persona real con una vida real y he tenido que arreglar muchas cosas en mi vida y he tenido mucha curiosidad por ver cómo funciono y cómo reacciono. He ido a un psicoanalista durante muchos años y me ha sido tremendamente útil y me ha abierto mundos que ni me podía imaginar que existieran. Es un como ir al gimnasio. Recuerdo que en los años 70, recién llegada la familia a Madrid, salimos a correr a El Retiro y la policía nos paró para preguntarnos de quién huíamos. Y ahora El Retiro está lleno de gente que corre. Lo mismo pasa con la psicoterapia, nos enseña a gestionar mejor nuestra mente igual que nos ha enseñado el ejercicio a gestionar mejor nuestro cuerpo. Ahora se salta más, se corre más, se baila más, y vivimos más y mejor, pues la psicoterapia es el gimnasio de la mente.»
A Vivienne se le murió su hijo a los quince años. «Tuve un niño maravilloso, Gustavo. Llevó su enfermedad con una dignidad enorme desde los seis añitos. Y ha resultado ser mi gran inspiración. Antes de irse me pidió que fuera feliz. Me dijo: «Mamá, te pido que cuando me vaya cantes mucho y eso te ayudará», así que me puse a cantar blues como si me hubieran robado el alma. Me salvó la vida la música. Cuando se fue sabía que el duelo me llevaría cinco años muy difíciles, pero fui fiel a nuestro pacto de vida, a vivir de verdad, y en este tiempo he grabado un disco, he escrito dos libros y estoy en el circuito de jazz de Madrid. Le hice la promesa de ser feliz y creo que le estoy siendo leal. Estoy preparando un proyecto muy bonito, le he compuesto quince canciones en colaboración con grandes músicos españoles, recopiladas en un disco que se llama Santanhara, una palabra del sánscrito que refiere a aquellos padres que han perdido un hijo. No encontré ninguna palabra en las lenguas modernas para poder nombrar qué era yo a partir de esa pérdida tan contra natura y tuve que retroceder en el tiempo hasta que di con ello. Hay muchos padres a los que se les ha muerto un hijo y sin embargo no aparecemos en el diccionario. Mi empeño era nombrarlo para poder domar el sufrimiento. Es algo que no se supera nunca, pero se aprende a vivir con ello. El duelo por la muerte de un hijo supone volver a construir la vida y que ésta pese más que la muerte, pero nunca lo superas.»
Tiene cincuenta y cinco años y se encuentra «maravillosamente. Para mí estos años están siendo la mejor edad de mi vida y creo que es porque he trabajado todas las etapas y no he dejado que muera ninguna de las Viviannes pequeñas, las llevo dentro de mí, las escucho y las dejo al libre albedrío, jugar y perder el rumbo y ganarlo a la vez… Si te pierdes encuentras cosas que no sabías que existían. Y ahora siento que he podido integrar muchos años de avatares, mudanzas, peripecias, idiomas y culturas que me han ido surgiendo a lo largo de la vida. Y estoy muy contenta de tener a mi alrededor personas estupendas, de tener una profesión bonita, y de disfrutar de las cosas importantes como pasear a mi perra Wanda, oler las flores, hablar con las personas que me importan, tener tiempo para ofrecer a los demás, tener tiempo para la creatividad, para el arte -Vivienne también pinta-, tener tiempo para hablar contigo. Me levanto todos los días con ilusión. Ha sido muy importante la noción de aceptación, cuando las cosas se tuercen, que se han torcido a veces mucho, entender dónde están las limitaciones, lo que puedes y no puedes cambiar, si lo entiendes y lo aceptas, tu vida puede ser dulce, mucho más que si estás en resistencia constante.»
Y para sentir plenitud no hay que ser normal hay que ser lo que eres. «Permitirse a sí misma ser rara, romper moldes, acercarte a las personas que admiras, hacer cosas que no has hecho nunca e inventar. La clave de todo es seguir jugando toda la vida. Si lo consigues llegas a un estado de madurez en el que tus juguetes son más interesantes, más sofisticados y te ayudarán a representarte a ti misma, a expresarte y a desarrollarte. Sin miedo. Tendríamos que desmitificar todo lo que se supone que deberíamos de ser, y ser lo que nos apetezca y lo que nos surja. La mujeres nos tenemos que reinventar constantemente. Nuestra biología nos fuerza a darnos cuenta de nuestras limitaciones, de los ritmos de la vida, lo que nos hace humildes ante la naturaleza. La vida de una mujer es tiránica en muchos momentos: embarazos, rol como cuidadoras…, pero también me parece crucial que cada vez tenemos más tiempo para nosotras, más referentes de mujeres que nos enseñan que se puede hacer varias cosas a la vez, más premios Nobel, más mujeres reinventándose…. mi madre hace dos años, es decir con 78, comenzó a pintar. Por eso es muy importante que nos conozcamos y nos inspiremos las unas a las otras. Si una no tiene el patrón de aquello a lo que aspira, se ve rara. Nos han educado a ser normales. Y como decía San Juan de la Cruz: «Para venir a lo que no eres, has de ir por donde no eres«, para ir a lo desconocido hay que ir por lo desconocido.»
Y cómo ve la sociedad una psicóloga capaz de escudriñar nuestras más profundas intimidades, esas que hasta desconocemos nosotros mismos, «uffff. Veo una mezcla de esperanza inmensa y una desesperación profunda. Hay varios temas que hay que atender urgentemente, y uno es el exceso de trabajo. Mucha gente trabaja demasiado y sufre enormemente, y muchos de ellos están con el agua al cuello. La gente está muy estresada. Otra cosa importante: el consumo no es ocio. Hay que jugar de mil formas diferentes, fuera de cualquier estructura formal, paseando, pintando, haciendo deporte, reuniéndose, practicando cualquier hobby que a uno le guste. Lo que nos descansa no es consumir sino hacer algo creativo distinto. Eso es lo que libera nuestra mente de las cargas diarias. La mente es joven para siempre, si la dejas. Mi preocupación social es que aprendamos a jugar más, a trabajar intensamente menos horas, a relacionarnos con verdadero afecto, a dialogar sin pelearnos, y a considerar el sentimiento de la compasión hacia todos los seres vivos como algo fundamental. Estas son las cosas sobre las que debemos trabajar. Y sobre las que trabajo como terapeuta.»
«Todos llevamos una carga. Y los malos entendidos se producen cuando pensamos que nuestra carga es especialmente espantosa. A cada uno le duele la piedra en su zapato, pero tenemos que encontrar la manera de llevar nuestras piedras con respeto, dignidad y cariño. Y si la compasión predomina eso es posible. Lo he visto muchas veces, y por eso soy muy optimista porque he visto como triunfa el amor constantemente, cuando las cosas podían haber sido catastróficas. Creo que está en nuestra naturaleza ser buena gente. Pero eso sí, algunas veces tienes que ser muy duro para que no salga el otro lado. Eso hay que prepararlo y no tener miedo a ser duro.»
Vivienne eres una persona maravillosa y una gran profesional. Tu terapia ha sido para mi hija y para mi, un antes y un después en nuestras vidas.
Gracias Gracias Gracias
Muchas gracias por compartirlo Ana María.
Mi querida Vivienne, qué lujo verte y escucharte. Yo siempre he sido extremadamente responsable, hasta que un día te escuché y se me quedaron grabadas unas palabras tuyas: «Tengo una mochila enorme de errores para compartir», esas palabras cambiaron algo en mí y debió de ser muy importante porque me hicieron tomar conciencia de que el peso de la responsabilidad, muchas veces no aporta nada. Yo me lo repito mucho y eso me libera y me hace mucho más feliz. MUCHAS GRACIAS Vivianne por ser como eres y gracias a la casualidad por que te cruzaras en mi camino. BUEN DÍA!!!
Estupenda entrevista! Y así acabo de descubrir vuestra web, qué alegría! A difundirla voy. Gracias por esto.
Muchas gracias Isabel. Qué bien que nos hayas descubierto y qué ilusión que te guste. Muchas gracias por difundirla!
Fantástico, Vivienne, es una suerte contar con tu amistad.
Pues me ha/has gustado mucho
Vienen es una delicia de persona, voz y sabiduría. Un auténtico lujo!!!